Cuarentena, Día 28 de 45 (?)
Estoy haciendo puchero, una vez más. Me está llegando el olor a casa, a Gata, desde el sofá, desde donde escribo esto. No quería hacerlo, porque luego me hincho demasiado, pero la carne para las pelotas me estaba llamando desde lo profundo del frigorífico. Es viernes santo y es lo que pedía el cuerpo, en lo más profundo, para esta semana santa tan especial, diferente.
El domingo pasado, mientras pintaba una manualidad de pinzas, disfrutaba de unas cocas de maíz que comía después de años, muchos años, puesto que aquí en Madrid no vendían... y yo no tenía ni idea de que podían ser tan fáciles de hacer. Igual que las cocas escaldadas o los crêpes que hice hace ya un par de semanas. La verdad es que me estoy reconciliando de manera muy amistosa con la cocina, tengo tiempo (irónico, ¿no?) para pasar tiempo en ella sin sentirme mal por no dedicarle ese tiempo a dormir o simplemente, a no hacer nada.
Los días empiezan a pesar, ya bastante. Llevo casi cuatro semanas en mi hogar, sin ver a nadie conocido más que por alguna videollamada perdida y de momento, aún me quedan un par más. Se me está empezando a hacer cuesta arriba porque no sé qué va a venir después. ¿Cómo se vuelve a la normalidad después de estar seis semanas sin tocar a nadie más? Y una de las cosas que más me aterran... mi refugio, ¿seguirá ahí?
Son tiempos de esos que se dicen "convulsos". Siento que cambio a cada minuto. Qué pienso, qué siento, cómo actúo, cómo actuaré cuando esto pase... la mente me funciona a mil por hora sin ningún remedio y no sé cómo pararla, cómo descansar de ella. Hay mucho en lo que pensar y pocas ganas de hacerlo. Me retiraré con Saramago y su Ensayo sobre la ceguera, dicen que es el momento ideal para empaparte de sus letras.
Seguiremos informando, corto y cambio.
Mí
No hay comentarios:
Publicar un comentario