martes, 21 de agosto de 2018

Country roads take me home...


Lo que dura un embarazo me ha durado esta aventura. 9 meses y (casi) 6 días. Hay a quienes le parecerá nada, a otros un mundo, pero es lo que el cuerpo (y un whatsapp de emergencia) me ha pedido que dure. Llegué a la capital de Irlanda, que no a la de Alemania, con las maletas llenas de ilusión (y de cosas, muchas cosas) y con ganas de comerme el mundo… ha sido una montaña rusa en toda regla. De emociones, de situaciones, de personas, de sensaciones.
En Dublín dejo una familia a los que conocí a través de un grupo de whatsapp (benditas redes sociales cuando conectan y no cuando separan) mientras viajaba por China. Una familia formada entre Sevilla, Guipúzcoa, Málaga, Valencia, Madrid, Barcelona y Venezuela, con los que me he reído mucho (hasta se han reído conmigo, porque ya soy graciosa para ellos), hemos bebido, hemos comido mucho y muy bien, hemos sido asiduos al Lemon Jelly y hemos celebrado la vida entre pintas y pelotazos, recreando al frutero Eugenio y haciendo trampas al Time’s Up. Un trocito de mí se queda con vosotros en esta isla, ya lo sabéis.
En Dublín dejo a más gente con la que he compartido, más o menos tiempo, esta experiencia. Una ventisca junto a un ángel en la nieve cuando Emma azotaba más fuerte aquel viernes “sale gente de Temple Bar, no puede estar cerrado… salimos, ¿no?”, un cowboy buscando amor por los pubs del centro, una pizza después de un “es que no quiero ir a casa Míriam...", cualquier noche en Ryan’s, el salmorejo más bueno del mundo jamás hecho y comido, y los coulants más exquisitos. Excursiones al Tesco que han dado un poco de vida a los sábados aburridos, tres compañeros de piso excepcionales, todo muy gran hermano, pintas bebidas del tirón. Ser feliz como nunca en mi vida en una esquina de Bachelors walk, cruzar siempre el Ha’ppeny en la misma dirección. Descubrir los pubs, 12 en una noche, qué gran reto. El Porterhouse, Fitzsimons, Auld Dubliner, Gogarty, Hogans, The Globe, P.Mac’s, Bar with no name, The Mezz, The Church, Diceys, Urban Brewer, Workman’s Club, Dice Bar, Cobblestone, Brazen Head, Cassidy’s, Capuccino Bar, The Old Sotrehouse… y tantos más. Capitol, Quays, The George & Foggy Dew. Tantas risas en cada uno de ellos. Tantos momentos. Tan importantes, sobre todo los últimos cuatro. Eso sí que son mariposas en el estómago amigos. 
“Qué ama, es que como consiga pedirla voy yo a la barra a pagársela”. Y me la pagaron.
“El último par de coktails y nos vamos”. Y cuatro más, mínimo.
“En la mesa grande no, por favor”. Y mesa grande. 
“Llévanos a un sitio para cerrar”. Y salió el sol, cantamos un rato más, le tocamos las tetas a Molly Malone y desayunamos.
“Que yo nunca he sido graciosa, de verdad”. Y risas.
“Hoy fiesta en casa”. Y muchas risas.
“Nos vamos a tomar un pelotazo”. Y qué bueno el zumo de arándanos.
“Cuida del reno al menos”. Y Renardo conoció el calor.
“La vida…”. Y vivimos, hasta ahogarnos de risa.
“Madre mía qué calor tengo tú”. Y se quitaron la camiseta.
“No te ha quedado bien la tarta. ¿CÓMO QUE NO? Trae pa’cá”. Y la tarta se terminó antes de que nos quisiéramos dar cuenta.
“Siempre he querido un vaso de pinta de esa marca”. Y el vaso debe lucir en algún rincón de Copenhague.
Esas cosas no las decimos las señoras”. Y a destacados.

Cómo olvidar a toda la gente que se ha pasado por mi casa venidos desde la península… empezando por tres amigas que vinieron a pasar el fin de año, con todo lo que eso conllevó, hasta bailando el caballito de palo, "i ara què, eh? eh? eh?", terminando por mis genes para estar Pride, un viaje relámpago organizado en una cena, desconocidos en una torre que se convirtieron en amigos y mi primera visita a la CATEDRAL de Dublín, el mejor St Patrick que jamás hubiera podido imaginar, descubrir unas migajas de Irlanda de la mano de dos soles, conocer un poquito más de la isla de las manos que me han arropado desde el primer minuto de vida. Gracias a los que sin venir, habéis estado. Aunque haya sido al otro lado de la pantalla... os he sentido extremadamente cerca de mí.

Si hago balance… la verdad es que termina ganando lo bueno, siempre. Por eso agradezco a los que habéis llegado leyendo hasta aquí y no tendré en cuenta a los que no. Espero que, todos los que os lo esperabais, os encontréis en estas líneas. La verdad es que me marcho, pero no me voy del todo. La vida me devuelve a Madrid, a la que siento hogar, al trabajo con el que empecé y del que hice bien en irme… de no ser así, todo esto no hubiera pasado. No os hubiera conocido, tampoco tendría vasos en mi nueva casa de 0.5L, y todo eso me haría un poco más desdichada. Así que me voy feliz por lo aprendido y por lo vivido, muy feliz. A partir de ahora, Dublín siempre será casa, a pesar de ello…

... to the place I belong

Gracias 💚