Lo que dura un embarazo me ha
durado esta aventura. 9 meses y (casi) 6 días. Hay a quienes le parecerá nada,
a otros un mundo, pero es lo que el cuerpo (y un whatsapp de emergencia) me ha
pedido que dure. Llegué a la capital de Irlanda, que no a la de Alemania, con
las maletas llenas de ilusión (y de cosas, muchas cosas) y con ganas de comerme
el mundo… ha sido una montaña rusa en toda regla. De emociones, de situaciones,
de personas, de sensaciones.
En Dublín dejo una familia a los
que conocí a través de un grupo de whatsapp (benditas redes sociales cuando
conectan y no cuando separan) mientras viajaba por China. Una familia formada
entre Sevilla, Guipúzcoa, Málaga, Valencia, Madrid, Barcelona y Venezuela, con
los que me he reído mucho (hasta se han reído conmigo, porque ya soy graciosa
para ellos), hemos bebido, hemos comido mucho y muy bien, hemos sido asiduos al
Lemon Jelly y hemos celebrado la vida entre pintas y pelotazos, recreando al
frutero Eugenio y haciendo trampas al Time’s Up. Un trocito de mí se queda con
vosotros en esta isla, ya lo sabéis.
En Dublín dejo a más gente con la
que he compartido, más o menos tiempo, esta experiencia. Una ventisca junto a
un ángel en la nieve cuando Emma azotaba más fuerte aquel viernes “sale gente
de Temple Bar, no puede estar cerrado… salimos, ¿no?”, un cowboy buscando amor
por los pubs del centro, una pizza después de un “es que no quiero ir a casa
Míriam...", cualquier noche en Ryan’s, el salmorejo más bueno del mundo jamás hecho
y comido, y los coulants más exquisitos. Excursiones al Tesco que han dado un
poco de vida a los sábados aburridos, tres compañeros de piso excepcionales, todo muy gran hermano, pintas bebidas del tirón. Ser feliz como
nunca en mi vida en una esquina de Bachelors walk, cruzar siempre el Ha’ppeny
en la misma dirección. Descubrir
los pubs, 12 en una noche, qué gran reto. El Porterhouse, Fitzsimons, Auld
Dubliner, Gogarty, Hogans, The Globe, P.Mac’s, Bar with no name, The Mezz, The
Church, Diceys, Urban Brewer, Workman’s Club, Dice Bar, Cobblestone, Brazen
Head, Cassidy’s, Capuccino Bar, The Old Sotrehouse… y tantos más. Capitol,
Quays, The George & Foggy Dew. Tantas risas en cada uno de ellos. Tantos
momentos. Tan importantes, sobre todo los últimos cuatro. Eso sí que son
mariposas en el estómago amigos.
“Qué ama, es que como consiga
pedirla voy yo a la barra a pagársela”. Y me la pagaron.
“El último par de coktails y
nos vamos”. Y cuatro más, mínimo.
“En la mesa grande no, por
favor”. Y mesa grande.
“Llévanos a un sitio para
cerrar”. Y salió el sol, cantamos un rato más, le tocamos las tetas a Molly
Malone y desayunamos.
“Que yo nunca he sido
graciosa, de verdad”. Y risas.
“Hoy fiesta en casa”. Y muchas
risas.
“Nos vamos a tomar un
pelotazo”. Y qué bueno el zumo de arándanos.
“Cuida del reno al menos”. Y
Renardo conoció el calor.
“La vida…”. Y vivimos, hasta
ahogarnos de risa.
“Madre mía qué calor tengo
tú”. Y se quitaron la camiseta.
“No te ha quedado bien la
tarta. ¿CÓMO QUE NO? Trae pa’cá”. Y la tarta se terminó antes de que nos
quisiéramos dar cuenta.
“Siempre he querido un vaso de pinta
de esa marca”. Y el vaso debe lucir en algún rincón de Copenhague.
“Esas cosas no las decimos las señoras”. Y a destacados.
Cómo olvidar a toda la gente
que se ha pasado por mi casa venidos desde la península… empezando por tres
amigas que vinieron a pasar el fin de año, con todo lo que eso conllevó, hasta bailando el caballito de palo, "i ara què, eh? eh? eh?",
terminando por mis genes para estar Pride, un viaje relámpago organizado en una
cena, desconocidos en una torre que se convirtieron en amigos y mi primera
visita a la CATEDRAL de Dublín, el mejor St Patrick que jamás hubiera podido
imaginar, descubrir unas migajas de Irlanda de la mano de dos soles, conocer un
poquito más de la isla de las manos que me han arropado desde el primer minuto
de vida. Gracias a los que sin venir, habéis estado. Aunque haya sido al otro
lado de la pantalla... os he sentido extremadamente cerca de mí.
Si hago balance… la verdad es
que termina ganando lo bueno, siempre. Por eso agradezco a los que habéis
llegado leyendo hasta aquí y no tendré en cuenta a los que no. Espero que, todos los
que os lo esperabais, os encontréis en estas líneas. La verdad es que me
marcho, pero no me voy del todo. La vida me devuelve a Madrid, a la que siento
hogar, al trabajo con el que empecé y del que hice bien en irme… de no ser así,
todo esto no hubiera pasado. No os hubiera conocido, tampoco tendría vasos en
mi nueva casa de 0.5L, y todo eso me haría un poco más desdichada. Así que me
voy feliz por lo aprendido y por lo vivido, muy feliz. A partir de ahora,
Dublín siempre será casa, a pesar de ello…
... to the place I belong
Gracias 💚
Mí
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