Hace dos meses que no sentí ganas irrefrenables de escribirle y me quise un poco más a mí misma. Me perdoné el no quererme tanto y decidí continuar.
Este último mes he sonreído mucho, muchísimo. Y he pasado por una gastroenteritis. Y he llorado un poco.
He celebrado ya 5 veces los 26, y queda alguno más. El último finde de mayo, Córdoba fue nuestra. El último día agradecí enamorarme de 4K. El primero de junio me sentí guapa porque elegí un vestido precioso para la primera boda de una amiga. Disfruté como una enana con un concierto de Gospel y he estado dos semanas con un cardenal que me hacía sonreír al verlo. Y tengo el pelo largo. Muy largo.
Brindé con cava a las 12 del mediodía de un martes y desayuné como una reina, gracias a mis amigas. Comí de gratis una hamburguesa que no debería e invité de muy buen gusto a un par de cervezas a dos amigos.
El sábado lo celebré en casa, allí donde están los tuppers de mamá. Él quedó bien con la talla, ella me acompañó toda la noche, ELLAS ESTABAN ALLÍ. Me arroparon, me besaron, me abrazaron y yo me sentí tremendamente feliz por tenerlas allí, hasta la que no estaba. Nos revolcamos en el suelo y agotamos existencias de alcohol y de voz. No era sólo que me sentía feliz, es que lo era.
El domingo también me invitaron a comer.
Como he dicho, aún me quedan al menos dos celebraciones de cumple... estoy segura de que habrá una tercera. Y también apostaría a que esta felicidad no va a ser pasajera. Que queda mucho. Pase lo que pase.
Yo no quiero olvidar
de dónde vengo, tampoco a sonreír.
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